odio

Odio

La manifestación del odio hace que el daño se mantenga alejado. La actuación de odio es el deseo de destrucción de aquello que nos amenaza. Se odia a las personas o a las cosas que impiden el cumplimiento de nuestro deseo. La frustración del deseo y la imposibilidad de soportar la incertidumbre que nos provoca el otro dan lugar al odio

En el Mandala de las Emociones el odio pertenece a la familia de los deseos. El odio y el amor son dos hermanos con caminos antagónicos en cuanto a la imposibilidad de cumplir el deseo. El odio, una fantasía destructiva, y el amor, una fantasía constructiva. La contracara del odio es la ira. En este caso la ira se origina por la acumulación del odio, hasta que se desborda.

Las emociones se encuentran en equilibrio o no. Esto depende del modo, la ocasión y la duración de la emoción. El odio cuando es equilibrado lleva al éxito, pero, cuando es excesivo o deficiente, lleva al fracaso.

Cuando el odio es excesivo:

Memoria que no olvida, rencor que no se aplaca.

Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos.

Darse cuenta que teniendo rencor sólo se sufre y se está provocando un dolor a sí mismo.

Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga.

Puedes pasarte la vida odiando, dejando que te corroa, y la persona que odias seguirá viviendo tan tranquila.

El odio es un grave peso que hunde el corazón en lo más hondo del pecho y se fija como una piedra sepulcral sobre todas las alegrías.

No enciendas tanto la hoguera contra tu enemigo que alcance a quemarte.

Los dichos injuriosos parece que nacen de sobrado rencor y sobrada malicia.

¿Puede caber tanta hiel en el alma de la gente devota?

El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás.

El que odia envenena su alma y a la vez abre su corazón.

Hay quienes aman sus vicios y al mismo tiempo los odian.

Cuando el odio es deficiente:

La vida es demasiado corta para perderla en odios infantiles y en recuerdos de agravios.

No se odia a quien se desprecia; se odia a quien se estima igual o superior.

El primer arte que deben aprender los que aspiran al poder es el de ser capaces de soportar el odio.

Intenta no ocupar tu vida en odiar y tener miedo.

El odio y la envidia:ved qué terrible alianza.

Ciertamente se hallarán pocas cosas que contribuyan a corromper a un pueblo tanto como la costumbre de odiar.

De todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo.

Un enemigo ocupa más espacio en nuestras cabezas que un amigo en nuestro corazón.

Cuando el odio es equilibrado:

Aprender es lo correcto, aunque sea del enemigo.

Cuando quiera ausentarse tu enemigo, quítale estorbos del camino.

La persona resentida se siente dolida y ofendida por el trato injusto que ha recibido.

Un rencor bien firme, bien vigilante, puede constituir por sí mismo el armazón de un individuo.

Índole propia del hombre es aborrecer a aquel a quien hizo daño.

La instancia ética sobreviene no cuando fingimos que no hay enemigos, sino cuando se intenta entenderlos, ponerse en su lugar.

Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón.

Inscribe los agravios en el polvo, las palabras de bien inscríbelas en el mármol.

No hay venganza más bella que aquella que infringen los otros a tu enemigo.

En verdad que vivimos felices si no odiamos a aquellos que nos odian, si entre los que nos odian habitamos libres de rencor.

Aquellos libres de resentimiento, con seguridad, encontrarán la paz.

El supremo arte en el conflicto es doblegar al enemigo sin luchar.

La historia de las ideas es la historia del rencor de los solitarios.

Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor.

Odiar y reconocer las cualidades de aquellos que se odian, son dos cosas bastante raras bajo el cielo.

Cada uno de nosotros es el enemigo de sí mismo.

Las frases de este artículo se encuentran distribuidas a lo largo del Oráculo del Alma.

Autor: Adrián Casasnovas ©