Euforia
La euforia es la exaltación de la alegría, el optimismo y la confianza, así como la capacidad para soportar con vigor y fogosidad las situaciones adversas que se nos presentan.
En el Mandala de las Emociones la euforia pertenece a la familia de las pasiones. La euforia y la ira son hermanas; una actúa para destruir, la otra, para construir. La contracara de la euforia es el amor. La presencia del objeto provoca la euforia. Y su ausencia, el amor. Pues, sólo hay amor cuando se siente la ausencia de una persona y se desea su presencia.
Las emociones se expresan equilibradamente o desequibradamente. Esto depende del modo, la ocasión y la duración de la emoción. La euforia cuando es equilibrada lleva al éxito, pero, cuando es excesiva o deficiente en la actuación, lleva al fracaso.
Cuando la euforia es excesiva:
Todas las cosas de este mundo se persiguen con más ardor que las que se gozan.
La obstinación con que uno se ata a las cosas que lo perjudican.
No emprendas nada en serio en un arrebato.
Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo, no sea que te chamusques a ti mismo.
Lo horrible de este mundo es que buscamos con el mismo ardor el hacernos felices y el impedir que los demás lo sean.
A veces el amor sólo existe en la obsesión de obtenerlo.
La pasión es una obsesión positiva. La obsesión es una pasión negativa.
Los pensamientos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira.
La obsesión no busca los problemas y los corrige: los fabrica de la nada, los alimenta, los hace más fuertes.
Mas no basta con reducir la fiebre para estar sano. Al contrario, el ardor purifica e ilumina.
La obsesión de que cada cosa esté en su puesto, cada asunto en su tiempo, cada palabra en su estilo, no era el premio merecido de una mente en orden, sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado para ocultar el desorden interno.
Alguien obstinado no tiene opiniones, sino éstas a él.
Los pensamientos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira.
Un comedor de fuego ha de comer fuego aunque tenga que devorarse a sí mismo.
Cuando la euforia es deficiente:
Una manta ya no es una manta si no te da calor.
Lo que se llama perseverancia en una buena causa, se dice obstinación en una mala.
Alguien obstinado no tiene opiniones, sino éstas a él.
Siempre nos parece que el mayor bien es el que nos falta; si lográramos alcanzarlo, suspiraríamos por otro bien con el mismo ardor.
Alguien obstinado no tiene opiniones, sino éstas a él.
El carácter vehemente pronto deja de ser atendido.
Cuando la euforia es equilibrada:
El que tiene la verdad en el corazón no debe temer jamás que a su lengua le falte fuerza de persuasión.
El único gran elemento para la continuación del éxito en una ofensiva es mantener el ímpetu.
Gozo es el nombre que se le da al encendido de la primera braza.
Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y tendida la mano.
Mas no basta con reducir la fiebre para estar sano. Al contrario, el ardor purifica e ilumina.
La alegría es una emoción intensa y profunda, un sentimiento exaltante de plenitud experimentado por toda la conciencia; se puede comparar con la embriaguez, con el arrebato, con el éxtasis.
Merecen elogio los que en sí mismos hallaron el ímpetu y subieron en hombros de sí mismos.
Y la belleza no es una necesidad, sino un éxtasis.
No es una sedienta boca, ni una vacía mano extendida. Sino, más bien, un corazón ardiente y un alma encantada.
Un dios habita en nosotros; cuando él se agita, llénase de ardor nuestro espíritu. Este impulso es el que hace germinar las semillas de la celeste inspiración.
Hay veces en que la euforia alcanza una especie de alegría cósmica.
El ardor consumado encuentra paz.
El alma en su mirar se transparenta, mirar sereno, vívido y ardiente, y su robusta máquina alimenta la eterna llama que en el pecho siente.
Lo que mueve a los genios, lo que los inspira no es una nueva idea, sino la obsesión con una idea que no fue trabajada lo suficiente.
La vehemencia produce resultados.
Nada debe turbar la ecuanimidad del ánimo; hasta nuestra pasión, hasta nuestros arrebatos deben ser medidos y ponderados.
Las frases de este artículo se encuentran distribuidas a lo largo del Oráculo del Alma.
Autor: Adrián Casasnovas ©