Ambición

Ambición

La ambición es el deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr. Dice Aristóteles: elogiamos al ambicioso cuando tiene más ambición que el común de las personas, y simultáneamente lo criticamos cuando resulta ser más ambicioso de lo que debería. Puede ambicionarse el honor en más o menos de lo debido, pero se puede ambicionar también hasta el límite de lo conveniente, esto es digno de alabanza.

En el Mandala de las Emociones la ambición pertenece a la familia de los deseos. La ambición y el egoísmo son dos hermanos con caminos antagónicos en cuanto a la salida del sufrimiento. En la ambición el sujeto va hacia el objeto, en el egoísmo, el objeto va hacia el sujeto. La contracara de la ambición es la posesión. En este caso la ambición se vuelve insaciable, y cuanto más ha conseguido uno, más ansía conseguir.

Las emociones se encuentran en equilibrio o no. Esto depende del modo, la ocasión y la duración de la emoción. La ambición cuando es equilibrada lleva al éxito, pero, cuando es excesiva o deficiente, lleva al fracaso.

Cuando la ambición es excesiva:

La ambición embriaga más que la gloria.

"¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.

Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.

El ambicioso, para lograr su fin, debe rebajarse tanto como ha pretendido elevar sus miras, y por encumbrado que esté, humillarse hasta los mas viles empleos.

El ambicioso es un esclavo de lo mucho que desea.

Los ambiciosos corren día y noche en persecución de honores, constantemente angustiados por el éxito de sus planes, temiendo el error de cálculo que lo puede echar todo a perder.

El no ser codicioso es ser rico, y el no tener la manía de comprar es una renta.

Aprended a limitar vuestras ambiciones, es un funesto delirio suspirar por lo que no puede tenerse.

La sangre sirve sólo para lavar las manos de la ambición.

Si nos bastase ser felices, la cosa sería facilísima; pero nosotros queremos ser más felices que los demás, y esto es casi siempre imposible, porque creemos que los demás son bastante más felices de lo que son en realidad.

No seas desproporcionado en tus ambiciones. Pretende sólo aquello que puedas obtener con toda seguridad.

Nuestra avidez a menudo nos hace correr hacia tantas cosas a la vez que, por desear en demasía las menos importantes, no alcanzamos las más considerables.

Buscad lo suficiente, buscad lo que basta. Y no queráis más. Lo que pasa de ahí, es agobio, no alivio; apesadumbra en vez de levantar.

La ambición no hermana bien con la bondad, sino con el orgullo.

Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro, las funde.

Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el quedar insensibles a la utilidad y belleza del universo.

Cuando la ambición es deficiente:

Hombre ambicioso, hombre temeroso.

En lugar de acomodarnos en nuestra situación presente proyectamos nuestros pensamientos en la lejanía.

Cuida tu ambición. Puede volar pero también arrastrarse.

La ambición es implacable. Cualquier mérito que no puede utilizar lo considera despreciable.

El amor que se alimenta de regalos, siempre está hambriento.

Hasta de males hay ambición.

Uno no es desdichado a causa de la ambición, sino porque ésta lo devora.

Cuanto más se tiene, más se ambiciona, y en vez de llenar, abrimos un vacío.

Cuando la ambición es equilibrada:

La intención es natural; la ambición, una actuación.

A veces se celebra al ambicioso, a quien se considera dotado de un corazón noble.

Lo difícil no es subir, sino, habiendo subido seguir siendo el mismo.

La más elevada ambición que se pueda tener es la de cumplir con el deber y la de gobernar su alma, que es su verdadero reino.

La ambición del corazón es pura. No compite con nadie y no hace daño a nadie.

Para llegar a cualquier cosa que te propongas hace falta primero la ambición y luego el talento, el conocimiento y, finalmente, la oportunidad.

Los ideales se parecen a las estrellas en el sentido de que nunca los alcanzamos, pero como los navegantes, con ellos dirigimos el rumbo de nuestras vidas.

Recuerda que debes conducirte en la vida como en un banquete. ¿Un plato ha llegado hasta ti? Extiende tu mano sin ambición, tómalo con modestia.

No seas demasiado ambicioso. Haz una cosa al año, lo que creas que es más importante, y tu carrera se hará por sí misma.

Todas las ambiciones son lícitas, excepto aquellas que elevan las miserias de la humanidad.

Se aplaude a la persona carente de ambición cuyo corazón denominamos prudente.

Las frases de este artículo se encuentran distribuidas a lo largo del Oráculo del Alma.

Autor: Adrián Casasnovas ©