Ocio
Dice Aristóteles: Una vez constituidas todas las técnicas, se descubrieron las ciencias que no tienen por objeto ni el placer ni la necesidad. Se originaron en los países donde las personas gozaban de ocio. En la vida hay momentos de inacción, necesitamos entonces de distracciones que nos amenicen. Por esta razón las matemáticas nacieron en Egipto.
Skholè (σχολή) es una palabra griega que significa "ocio, tiempo libre"; pero que es también la raíz de la palabra “escuela” (del latín "schola"). De esta manera, tanto la noción de enseñanza o lección como la palabra que designa a los establecimientos donde se imparte instrucción tienen su origen en la idea de ocio (es decir, contemplación), diversión (es decir, evasión) y ocupación reposada (descanso físico, no intelectual). Este hecho llevó al sociólogo francés Pierre Bourdieu (Meditaciones pascalianas) a dotar a la palabra skjolè de un sentido técnico: el ocio propio de la profesión académica e intelectual. Según este autor, la skholè es el tiempo libre de presiones del mundo que hace posible una relación libre y liberada con respecto a esas necesidades. Se trata de una condición necesaria de la existencia de todo campo intelectual (desde la filosofía hasta el oficio artístico). Más aún, según el sociólogo francés, es la más determinante de todas las condiciones sociales de posibilidad de la razón "pura" y la disposición "escolástica" que permite suspender la presión de la necesidad económica y social. El concepto de curiosidad ociosa del sociólogo y economista estadounidense Thorstein Veblen (Teoría de la clase ociosa) es un antecedente de la skholè bourdieusiana. Aquella, según Veblen, guía la búsqueda del conocimiento sin un fin preciso y, así, empuja el desarrollo de la investigación científica.
El ocio y la amistad se complementan.
En el Mandala de las Emociones el ocio pertenece a la familia de las virtudes.
El buen ejercicio de la virtud nos lleva a la felicidad, el mal ejercicio de la virtud a la pérdida de la felicidad. Esto depende del modo, la ocasión y la duración de la emoción.
Cuando el ocio lleva a la felicidad:
Hay que proporcionarle ocio al espíritu para que actúe como aliento energético.
Capacidad para el ocio implica un apetito universal y un fuerte sentimiento de identidad personal.
Una gran pasión es el privilegio de quienes no tienen nada que hacer.
Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos.
La dulce condición de no hacer nada.
La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma en torno al ser.
El tiempo libre posibilita el florecimiento del espíritu creativo.
Desde siempre, los artistas han tenido necesidad del ocio temporal, en parte para poner en claro lo recién adquirido y para que madure lo que opera en su alma.
La felicidad reside en el ocio del espíritu.
Dedicar algunas horas al día a las cosas serias aviva la mente y los sentidos, y vuelve más grato el tiempo reservado al esparcimiento.
Los ratos de ocio son la mejor de todas las adquisiciones.
Los ocios del sabio son asuntos importantes.
Cuando el ocio lleva a la infelicidad:
El tedio es una enfermedad del entendimiento que no acontece sino a los ociosos.
De qué sirve una buena posición si a cambio de ella hay que entregar lo que la hace deseable, el ocio libre.
Hay gran diferencia entre vivir en el retiro y en la holganza.
Hay personas que exagerando en extremo el capricho de hacer reír, se muestran como bufones insípidos y molestos, diciendo chistes a costa de cualquier recurso.
El gracioso maligno no puede resignar el placer de burlarse.
Esforzarse y trabajar exclusivamente para lograr divertirse es una idea insensata y pueril.
Estar en ocio muy prolongado, no es reposo, es pereza.
El aburrimiento es la suprema expresión de la indiferencia.
El día es excesivamente largo para quien no lo sabe apreciar y emplear.
La falta de ocupación no significa descanso; un espíritu totalmente desocupado es un espíritu lleno de aflicción.
Las frases de este artículo se encuentran distribuidas a lo largo del Oráculo del Alma.
Autor: Adrián Casasnovas ©